El dilema «Freirina»
¿Dónde están los mecanismos que aseguren que se pueda dar una negociación constructiva entre los locales y el «foráneo»? ¿Son acaso incompatibles desarrollo económico con respeto ambiental y acuerdo ciudadano?
EN MAYO de 2012, cansados por los malos olores y los incumplimientos ambientales de una planta de cerdos, los vecinos de Freirina se tomaron el camino de acceso al pueblo para exigir el cierre de las instalaciones. Las faenas paralizaron ese mismo mes, y en marzo de 2013, la empresa cerró definitivamente la industria. Hoy, según una encuesta de la Universidad de Atacama, un 74% de los vecinos quiere la vuelta de Agrosuper, sin los malos olores, obviamente. El deterioro del empleo y del consumo local habrían hecho cambiar de parecer a gran parte de los ciudadanos.
Este es, sin duda, el desafío central de lo que hoy se denomina el “desarrollo sustentable”. No existe un desarrollo apropiado en términos integrales, que sólo solucione lo ambiental y deje morir a una comunidad sin empleo ni mejoras en su calidad de vida cotidiana.
Sin justificar bajo ningún aspecto los incumplimientos de la empresa, ciertamente ella generaba un beneficio directo e indirecto para las familias de Freirina, que se traducía en puestos de trabajo, servicios, mejor comercio, etc. Al igual que la existencia de un regimiento militar o de una cabeza administrativa comunal; una industria se puede convertir en la base económica fundamental para la subsistencia de una pequeña ciudad. Esto se explica, dado que por su escaso tamaño, éstas son incapaces por sí solas de atraer o generar ciertas prestaciones urbanas ni empleo suficiente. La llegada de un actor foráneo, por razones exógenas o independientes a la dinámica local, se convierte en clave para mejorar las condiciones de vida de ese lugar.
¿Dónde están los mecanismos que aseguren que se pueda dar una negociación constructiva entre los locales y el “foráneo”? ¿Son acaso incompatibles desarrollo económico con respeto ambiental y acuerdo ciudadano?
Claramente, quienes habitan ciudades van a ellas por las oportunidades que concentran y, a la vez, ofrecen. Sin embargo, las pequeñas y medianas ciudades son más frágiles en este aspecto. En este caso, para un pueblo de 6.000 habitantes, la buena noticia de la expulsión del que contaminaba los hace enfrentarse con la otra cara de la moneda.
Es fundamental que trabajemos como sociedad en generar los mecanismos que, asegurando la igualdad de condiciones en la negociación, permitan acordar escenarios intermedios y de mutuo beneficio para las partes. No puede ser que nos movamos de blanco a negro, entre los buenos y los malos, los ricos y los pobres, y olvidemos que somos todos ciudadanos de un mismo país y que podemos construir juntos.
El dilema “Freirina” está cada día más a la vuelta de la esquina. Las necesidades y el desarrollo de Chile han permitido la implementación de inversiones cada vez de mayor tamaño, mayor beneficio y eventualmente también de mayor impacto, y a la par, han exigido cada vez más y mayor infraestructura.
Si no resolvemos esta coyuntura con reglas explícitas de conversación y acuerdo, será difícil pensar en avanzar de manera armónica en la solución a los desafíos de futuro de este país, y nos “extinguiremos” en gritos sordos desde trincheras opuestas y para algunos irreconciliables, aun cuando el costo lo paguemos todos como sociedad.
Fuente: La tercera